Un profundo cambio de paradigma toca la puerta de la educación y nos desafía al desarrollo de nuevas habilidades para el siglo XXI.
Nueva Zelanda ha hecho noticia por el radical cambio que hizo en la forma tradicional y estándar que tienen los países para medir los bienes y servicios producidos en la economía durante un año, el PIB. Los isleños han dejado atrás el protagonismo de esta herramienta para dar inicio a una nueva etapa y abrir la puerta al bienestar y la felicidad.
Este país goza con uno de los mejores índices de crecimiento sostenido durante años, y ostenta una calidad de vida sobresaliente; según el Índice global de felicidad elaborado por la ONU, la isla se instala dentro de los 10 países más felices del orbe durante los últimos 5 años, en 2015 ocupó la posición número 9, y desde 2016 hasta ahora se sitúa en el casillero número 8. Sin embargo, no se conforma con los indicadores de pobreza infantil, violencia intrafamiliar y personas sin hogar, que si bien son pequeños en comparación a otros estados, aún persisten. “Es una situación vergonzosa e inaceptable para una nación”, dijo Jacinta Ardern, Primera Ministra del país.
El enérgico golpe de timón que ha dado Nueva Zelanda en sus prioridades como país, es una ingente señal para el mundo: el bienestar y la felicidad son la base para el desarrollo humano. El mundo globalizado que hoy transitamos nos propone una cuenta regresiva, es cuestión de tiempo para que los tradicionales instrumentos de medición de éxito cambien y lo cualitativo deje atrás a lo cuantitativo, y de esto, la educación no se escapa. “En el siglo XXI será más importante la colaboración y el pensamiento crítico, que la habilidad matemática para resolver ecuaciones y derivadas”, indicó la académica del MIT Jennifer Groff.
Nuevas habilidades
La educación enfrenta un cambio de paradigma que puede instalarse como uno de los más profundos de su existencia. Ahora no se trata de enseñar, se trata de aprender. En este escenario, el sistema educativo debe adaptarse, pues el profesor ya no es percibido como el personaje que trasmite un saber, desde una posición superior a sus estudiantes. En la actualidad, el profesor toma un rol fundamental y se instala como un mediador del aprendizaje, un facilitador en el acceso a la información.
El siglo XXI nos exige el desarrollo de nuevas habilidades, que implican un fuerte cambio cultural. Hoy, las niñas, niños y jóvenes deben comprender la importancia de trabajar colaborativamente, de ser creativos, de comunicarse y de mantener una posición crítica hacia los fenómenos que observan y la información que consumen.
Los desafíos globales como el calentamiento global, la crisis alimentaria, y la crisis hídrica, son complejos y multidimensionales. En la vida no resolveremos problemas de acuerdo a una pauta establecida, ni de manera cronológica. De ahí la importancia de una actitud innovadora que nos permita poner al servicio de las soluciones nuestras propias competencias.
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