Muchas son las maneras que se disponen hoy por hoy para socializar la lectura. Así, desde las praxis de las bibliotecas públicas del país, los clubes de lectura se han ido conformando como espacios significativos de diálogo, donde la ciudadanía se reúne en torno a la lectura.
Las prácticas contemporáneas más efectivas hoy por hoy para compartir la lectura son los clubes, donde las perspectivas de los diversos lectores logran entrar en diálogo. Mediante estos espacios las diversas miradas enriquecen lo leído y abren nuevas sendas en la interpretación de las obras. El presente artículo indaga en torno al boom de estas iniciativas en el panorama de las bibliotecas públicas del país y plantea la posibilidad de ser planteadas en torno al contexto escolar. Del mismo modo, se vislumbran algunas actividades formativas para aquellos que estén interesados en comenzar una iniciativa como esta.
Leer y compartir lo leído
Existen muchas preconcepciones en torno a la idea de leer. Una de ellas supone que la lectura es un acto netamente individual. No obstante, quienes disfrutan de los libros saben el goce que significa poder dialogar con otros en torno a lo leído. Hoy por hoy se disponen de muchas formas de sociabilidad de la lectura. Baste pensar en los canales de youtubers, los blogs de recomendaciones u otras plataformas virtuales especializadas en esta labor como Goodreads. No obstante, en este panorama parece haberse vuelto necesario que los lectores se vean las caras y puedan dialogar in situ. Quizá por eso hoy en Chile estén proliferando iniciativas como los clubes de lectura –espacios ciudadanos de diálogo– donde se lee y comenta.
Un club de lectura es un grupo determinado de personas que leen al mismo tiempo una obra. Cada uno lo hace por su parte, donde estime conveniente, pero se reúnen con cierta periodicidad para comentar las páginas avanzadas. En estos encuentros se debate en torno a una multiplicidad de temas. Así, resulta bastante frecuente que las conversaciones deriven en las experiencias personales de los miembros. Por lo general, la impresión inicial de cada uno en solitario se ve enriquecida con las perspectivas de los otros lectores. Del mismo modo, el apoyo de un guía es muy importante, dado que propicia el diálogo y también colabora a mediar en el caso de las obras más exigentes. De esta manera, mediante la mirada de otros las obras se transforman y mutan.
No solo se trata de compartir
Para el Centro de Recursos de Aprendizaje (CRA) del Ministerio de Educación, una de las claves para la formación de lectores es precisamente mediante “más y mejores conversaciones”. En este sentido, el club de lectura funciona como el espacio propicio para esos propósitos. Se trata de un modelo plausible y efectivo para el espacio escolar, a pesar de ser una iniciativa que se ha manifestado en el seno de las bibliotecas públicas.
De hecho, desde las bases curriculares de Lenguaje y Comunicación de afirman que es esencial que los alumnos logren “conversar acerca de sus descubrimientos y opiniones, y colaboren para crear significados”. Del mismo modo, muchas veces no sólo se logra fomentar la lectura, sino que los clubes de lectura logran articular a las comunidades locales, propiciando espacios de diálogo entre las personas. Así, esta iniciativa puede ser una buena ocasión para que alumnos, profesores y apoderados formen una comunidad educativa que genere espacios comunes y, de este modo, se pueda pensar la biblioteca escolar como un verdadero espacio comunitario.
El boom en Chile: iniciativas contemporáneas
De un tiempo a esta parte han proliferado los clubes de lectura en las bibliotecas públicas del país. Fruto de esto, hace un tiempo la DIBAM se propuso apoyar y fomentar la creación de clubes de lectura en todo Chile. Para ello las bibliotecas disponen de las colecciones, el lugar y apoyan el trabajo de los guías de lectura con un manual escrito por Oscar Carreño (encargado de los clubes de lectura de Barcelona), el cual incluso se encuentra online. Para estos fines también se ha dictado el curso gratuito de “Conductores de Clubes de lectura”, que este año debutó en formato de e-learning, para quienes se encuentren lejos y quieran aprender a formar sus propios clubes.
Otro ejemplo notable es lo que ha sucedido en la Biblioteca de Santiago. Desde el año 2006 las iniciativas de formar Clubes de lectura comenzaron y se han ido consolidando, creándose en base a los intereses de los propios usuarios. En Abril del 2011 se realizó el Primer Encuentro de Clubes de Lectura en la misma Biblioteca. Hasta la fecha se han realizado seis versiones y lo más probable es que este año se repita. Ejemplos como estos hablan de lo prolífica que es esta metodología, y lo importante de poder tomarla en cuenta al momento de compartir y dialogar en torno a los libros.